jueves, 16 de enero de 2020

Más licor para olvidar, más humo para engendrar calor a nuestros compungidos cuerpos, deseamos lo que todos: la inmortalidad.

Por La Eleven

- Mamá ¿por qué ya no quieres a papá?
- Si lo quiero, pero ya no como antes

Un puño me arruga el rostro, no soy un buen perdedor, me acabó de romper la cara yo mismo, cuando hay licor de por medio uno es un imbécil que puede amar y dañarse la vida o el cuerpo. Hay un sabor metálico en mi boca, la sangre no calma... un cigarrillo lastima mis encías, tengo en la cara una sonrisa que no se me quita con nada, mi opositor se ha confiado y con una silla le golpeo, la ventaja en mínima, él se recupera y me acaba en un segundo veo mi vida pasar ante mis ojos, pero no es mi hora, sobrevivo, vivo para pensar. Estrello el vaso de licor en la pared, las mujeres me ven y su compasión se vuelve asco, escucho como una de ellas le dice a su novio - ¿me prometes que no serás así? - y él con cara de mentira niega con la cabeza. Me resbalo en mi propia sangre, los chicos de seguridad aparecen y me expulsan como a una lombriz, afuera sobre la acera esta un chica menor de edad que pese a todo el maquillaje que se embadurno en la cara para parecer mayor, no permitieron entrar, ella cree que yo también pinté demasiado mi cara, me limpia la sangre, y al parecer está drogada, me ve lindo, me besa y se me quiere trepar, mis costillas crepitan ante su peso, tengo el premio mayor, nos vamos a un césped a terminar el encuentro bajo la complicidad de las estrellas y los mosquitos.