(1929 - )
Un día partió hacia el extranjero, luego regresó y fundó
una Isla-Nada, desembarco en una playa como un naufragó y de allí en adelante
se dedico a escribir y a festejar que la vida le daba la razón y un día lo postularía
para Santo.
Condón de la ternura y la decencia: no
te imaginas cómo estoy de agradecido contigo por proteger mi bálano y mi tierno
prepucio. Eres más importante que Luis XV, un rey que en realidad no fue muy
importante. Cuando abro la hermética envoltura donde habitas, al instante
brotas como flor de peyote. Y cuando con mis manos te coloco en mi sexo y
saxofón, comienza el concierto de Jazz progresivo para incendiar la soledad de
los cuerpos. La historia reconocerá tu empeño por evitar que ese virus nefasto
del cual se habla con miedo en las alcobas nos pegue la enfermedad del siglo,
que es el siglo más oscuro que ha tenido la tierra. No hay ano ni vagina que no
reconozca tu deseo de que el sexo sea una dicha y no un arrepentimiento.
Lástima que Miguel Ángel el de la Capilla Sex-tina esté angelicalmente muerto.
Si viviera te estaría pintando en forma de cohete nuclear volando con dirección
al útero de la vía láctea. Pero estas son puras imaginaciones mías porque nací
poeta de esta especie que se extingue. Te admiro mucho por la misión que
cumples a sabiendas de que una vez terminado el acto, los hombres siempre
desagradecidos te tiramos con asco a la taza del inodoro, ese artefacto que
Marcel Duchamp embelleció con su arte. Lo mágico de la transformación de la
materia es que al otro lado de las aguas negras, los recicladores de la
industria moderna, te reciben con los brazos abiertos para que mañana ya no
seas un humilde condón de látex transparente sino una bolsa de plástico donde
en los supermercados nos meten la comida.