Estamos acostumbrados a mirar lo grande, lo inmenso, lo que brilla, lo que indica y no fuerza nuestros sentidos, la luz a veces es cegadora, pero hay micro universos capaces de albergar fantasías, de causar las peores pestes ó de figurar como polvo en el viento. Hay una manera para captar todo eso, y es preferir lo simple, alejarnos de esa forma tan radical de medir las cosas por su peso, color, sabor, olor, y definitivamente por su valor. Hay que ser humildes, dejar de preferir es un paso hacia la felicidad, hay que contemplar la posibilidad de ser diminutos para que otros sobresalgan y de preferir siempre lo pequeño.