Los últimos rayos de sol se asomaron a su rostro y el viento jugueteo con sus cabellos cenizos y entonces así como lanzó su primer infantil berrido al nacer, también emitió su queja singular y expiró dejando de existir y yo fuí inmensamente desgraciado pero quizá también feliz de estar allí para acompañarlo en este paso.
Mi abuelo el progenitor de mi madre se hizo cargo de mí cuando el destino por no decir la violencia me arrebataron el derecho a tener papá y mamá. Para una pena tan profunda las lágrimas solo son consuelo, y las palabras de consuelo cosas sin objeto, en ese momento solo se busca una alma compasiva que sepa de dolor, quizá me equivoque al atesorar y rodearme de perfumados escotes y sútiles curvas que me enredaban también con sus llantos imaginarios, decir que a mi lado rotaron escasos amigos de los que en verdad podía confiar, entre esto y todo se me ocurrió encargarle la biografía de mi difunto abuelo a uno de mis mejores amigos que como escritor matizaría en letras lo que fue y significó la vida de un hombre. A esta edad entiendo que debí contratar a ese amigo para seguir escribiendo biografías ya que hay personas que significan mucho en la vida y son capaces de entregarlo todo como el Crucificado. Cada vez que lloró me deshidrato y casi desfallezco tratando de revivir en mí todo el hastío de vivir sin saber hacia donde irémos después solo guardo la ilusión de estar haciendo alguna cosa bien, algo que me dé el derecho de volver a casa y postularme a la eternidad. Te encargo este texto V.