Los Indomables
Mentimos a las señoritas, no éramos vírgenes, perdimos el telar que cubría el glande con damas de dudosa reputación y siempre íbamos con el cuento de que era nuestra primera vez... Jamás, ya para entonces habíamos leído a Henry Miller y a Deveraux, y de paso hojeado el Kamazutra ilustrado y el Yoga sexual, y entendíamos el riesgo, aprendimos a controlar el orgasmo con meditación y tantra, y también seguimos cubriendo nuestro rostro con la máscara de la perfección. Pero eramos terribles criaturas, falsas entidades que fingían amor.