Porque estamos hechos de miedo y no de vida, ni sabemos en dónde reside la conciencia, menos el alma, y todo lo demás es sofisma, es petulancia y orgullo.
El ego y el yo, superficiales elementos que al parecer desaparecen con la vida llegado el momento.
Somos diminutos ante la grandeza del universo, ni siquiera nuestras mentes son capaces de soportar el amplio espacio que ocupan los cuerpos celestes ¿cómo se espera se entienda la grandeza de un ser superior?.
Al parecer estamos atrapados entre dos orillas, la primera en la que nacer no fue nuestra voluntad, ni tuvimos que ver con esa posibilidad, y navegamos por entre la corriente unos deseando llevar la contraria, otros dejándose llevar y unos más siguiendo el impulso del viento. La otra orilla esta más allá de nuestro conocimiento y entonces nos queda la testaruda costumbre de matizar el fin como un esperanzador viaje sin retorno.
Pero si no sabemos en dónde estamos menos sabemos a dónde vamos.