Recapitulando la guerra iniciada por Hitler y una inuscitada orden suya respecto a que los templos e iglesias tierras sagradas de la Religión Católica deberían ser puestas al servicio de los ejércitos recuerdo también la controversia con fuerzas irregulares que trataban de disponer del templo donde yo servía entonces para instalar un nido de ametralladora como si la edificación hubiese sido construida con tal propóstio, y abogando por la paz dije "primero pasarán por entre mi cadáver" afirmación que no midió secuelas cuando los hostigamientos sucedieron y entonces como buen pastor hice de la casa de Dios un lugar en donde resguardarse de balas y odios que al pueblo no le correspondía. Me imaginaba a Dios viendo con furia como sus hijos se disparaban. Comencé una Misa improvisada para atraer la atención de la gente asustada y mi acostumbrado sermón cito con cierto atisbo de odio "Si Dios tuviera que pelear pondría una arma antiaérea en el campanario".