Pasan por esa calle treinta personas, la mitad de las cuales obstenta una condición crítica de pobreza, la gente pasa mirándose entre sí, la necesidad tiene el rostro de opresión de pena, de alarma, de sensibilidad y lamentación, pero nadie se atreve a aceptar lo que es, se soporta lo que se padece y se limitan a miradas extrañas capaces de herir, entonces y solo entonces me atrevo a pasar por esa calle llena de bruma y mirando al suelo, encuentro con sorpresa un billete tirado como si la situación estuviera para derrochar el dinero, como si la vida dejará pasar la oportunidad a uno de esos seres que necesitan tanto del artificio que el hombre ha inventado para explotarse entre si, recojo el billete y cuando levanto la vista no encuentro ni a quien ofrecerlo, miro caras extrañas, dispuestas a mentir por ganar el dichoso botín, me reservo entonces el derecho sobre el dinero y lo aislo en un bolsillo disponible para que aparezca quien se haga digno de él.