Comité Experimental
Y siendo que el Comité Experi-mental prosperaba sus elementos pululaban por doquier sin saber a ciencia cierta que hacer ni que decir, llegó por esos días la necesidad de socializar las actividades para prevenir que unos y otros estuvieran en lo mismo y en virtud de que como humanos erramos el doble que las máquinas, se colocó de manifiesto que todos tirábamos para nuestro lado sin pensar si quiera en los demás. Se le ocurrió a alguien apoyar una fundación dedicada a la protección de la niñez abandonada, y para orgullo de todos se comenzó a perfilar ese espíritu altruísta.
La mayoría de personas ayuda desinteresadamente y a voluntad hace las cosas pero hay quien se arraiga a ser o parecer importante y por ego u orgullo enarbola sus acciones y se las hace saber a todo mundo, mientras que otros ni siquiera esperan nada a cambio, ni fama ni retribución alguna.
Fue una experiencia al grado de que esa aproximación con el prójimo sentó satisfacción y orgullo en nuestros corazones, al fin erámos importantes para alguien. También nos hizo pensar en cuán ilusos nos presentabamos ante la vida, de tal forma que esos niños sin mucho recorrido en la vida tenían grandes nociones de lo que era vivir. Muchas de aquellas presencias infantiles nos dieron razones para seguir adelante y no decaer. Incluso se dió pie para apadrinar a varios niños y hacer en el caso de los más osados los trámites para una posible adopción.
Fue muy gratificante saber que serviamos para algo y que en medio de la corriente de la vida estabámos ayudando a otros a sobresalir, y en eso pensámos cuando en muchas situaciones adversas creímos estar derrotados. A veces navegar y avanzar cuando todo esté en contra es la más grande aventura, bien se dice que vale el viaje no el destino.