El Aviador
En Cali nos alojamos en un hotel central desde según la promesa del dependiente del lugar podríamos apreciar a las azafatas de una línea comercial, nos quedamos viendo un chispero en cuanto no vimos nada y si apenas un grupo de serios tipos con kepis y cara de poca amistad. Nos trasnochamos viendo la televisión y diciendo lo estúpida que es la vida tener que acostarse a dormir para luego levantarse, vivir y luego morirse. El Aviador se la paso sacando hojas del directorio telefónico y haciendo sus consabidos aviones de papel y los llenaba a una bolsa y luego los sacaba para volverlos a meter, - se te van a arrugar - le dije una y otra vez, y a la mañana los aviones no volaron porque tenían arrugadas las alas, solo alguno llego a dar vueltas por la habitación hasta que salio despedido por el balcón y se fue directo hacia el otro hotel, salimos todos y nos encontramos no con la imagen del avión sino la de una ninfa hermosa que estiraba los brazos sacudiéndose la pereza, era una azafata cuya camisa rebelaba unos senos maravillosos, nos saludo con la misma naturalidad con que atrapo en pleno vuelo el papel y la misma picardía con que deshizo el artefacto y aprecio un corazón dibujado por nuestro amigo, fue el beso volado más sabroso que pudimos recibir jamás.