El Aviador
Todo pulula en la calma, la estricta sensación del placer, su dosis, y su perentoria afición a ser, a figurar a realizar el acto más esperanzador del mundo: la presencia. Todos venimos siendo seres volátiles, efímeros, dispuestos al viaje, a ser sepultados y desaparecer, así anónimos en calma, en la bruma de la nube, en la decencia de no hacer mayor cosa, ni escribir libros, ni tener hijos, ni sembrar árboles, todo está en ese trance constante, en esa disposición de que pueda existir o no existir, lo que pasa es que las personas que no asocian nada nos han provocado un mal que es tomarnos el juego en serio y ese es quizá el origen de la violencia y la contradicción con nuestros sueños y el inicio del dolor.