martes, 14 de abril de 2020

Todo vicio es potencialmente peligroso si se examina la posibilidad de que de él depende nuestra felicidad

El Aviador

El auditorio bullía, hervía y al unísono se conjugaban miles de voces, nosotros entramos en silencio y lanzamos severas miradas para captar a las damas más hermosas, el Aviador le estaba haciendo cosquillas a una gorda de bigote, le perdimos el rastro, en tanto el parlante anuncio el  inicio del mitín. No le prestamos tanta atención como si a las conversaciones de las chicas que se trenzaban entre temas lánguidos como la talla de su ropa interior hasta cuántos orgasmos eran capaces de tener en una sesión. De improviso el que hablaba es bañado por un chorro de agua lanzado por su contrincante y la insurrección se enciende. Las sillas comienzan a volar, una ola de proyectiles nos aturde, hay borradores, lápices y hasta condones. Perdimos la noción del espacio, y si apenas verificamos como a la participante agresora un bólido aéreo de papel le picaba un ojo y por no poder mantener el equilibrio se proyecta de la tarima y cae redonda abajo. El Aviador apareció al otro día con un ojo morado y la huella de colorete de un beso en la otra mejilla.