Para que haya vida es indispensable un mundo, unos sentidos y un vínculo con ellos. La ausencia de un contacto con alguno de estos elementos significaría la no existencia.
Mérito por lo tanto es que el universo haya creado en un confín las múltiples escenas que dieron la posibilidad a la existencia de los seres vivos y se haya dispuesto lo importante con ciclos que permitan que exista también una posibilidad común.
Las líneas que otorgan calidad a la existencia son muy delgadas, precisa el cerebro de los mecanismos propios para alimentar esa realidad con los matices y deliberadamente auspiciar una personalidad para que exista una proyección del ser, en forma particular, para que desee, para que este conforme o no, para que asista y sea participe de un creación, para que mediante su trabajo pueda transformar su medio.
Es aprovechando ese intervalo de vida y de creación que el hombre va consiguiendo un sitio en medio del mundo, allí vive, tiene sus pertenencias y se ve posibilitado a conquistar y legislar a su gusto, por lo tanto las condiciones son favorables para que vislumbre también una conexión con la vida y así trasmite su don majestuoso de vida; se reproduce y así trata de fortalecer esa conexión con la vida.