No nos sorprende que hay en el partir definitivo ese acertijo. La muerte constata la fragilidad humana, pese a todo el hábito de la supervivencia hace que el mismo humano catalogue con frialdad a otras especies "menores" para su beneficio alimenticio, es decir que la muerte de otros si es buena y la propia no tanto.
Esto también ocurre cuando el humano alterna su rutina existencial con el espectáculo del sacrificio y sufrimiento en un ejemplo las corridas de toros, peleas de perros o gallos e inclusive las carreras de caballos.
Hay una clara sentencia que ejerce el humano sobre otros. Pero y si todos los participantes en esta fiesta de la vida fuésemos en realidad asesinados y en efecto sea el mismo planeta quien nos pase cuenta de cobro por haber usufructuado el medio natural reinante. Entonces sea perjudicial para nosotros por ejemplo el oxígeno que respiramos o sea un poderoso veneno el agua que consumimos y sea que el ser humano sea extranjero en este sitio y el verdadero planeta de donde proceda si tenga las condiciones y los medios para asegurar la inmortalidad o por lo menos una larga y duradera presencia.