Por V.
Como a la hora de partir mi equipaje se compone en su mayoría de libros y ni sé que hacer con ellos, me resigno a llevarlos conmigo con destino quizá a un baúl o sitio oscuro, tengo eL pretexto perfecto para ser tildado de loco, con orgullo sin embargo digo que he leído casi todos esos libros y he aprendido muchisimo. Pero las circunstancias cambian y se me hace imposible hallarles un cobijo armónico, por la amistad que me une a un amigo e igual amor por los libros le encargo la montaña de libros con la confianza de poner en su manos el más valioso tesoro.
Como duré viajando un resto de tiempo, y en vista de que he andado como perdido y por el incipiente predominio del capital sobre toda forma de vida, terminó pobre y sin ganas, y para solventar ese estado recuerdo el tesoro que poseo y dispuesto a venderlo para recuperar algo de la inversión me voy donde mi amigo a cobrar el encargo, más, cuando le menciono el asunto hace cara de tristeza y me confiesa con inmensa pena que los libros por obra de su esposa fueron a parar en alguna bolsa de la basura un día de aquellos.
Aunque trata de pagarme por el daño, olvido mi bancarrota y heróicamente rechazo el dinero y anuncio el perdón para todos y asumo la culpa mientras en mi mente me digo "a quién se le ocurre dejarle libros a unos cavernicolas". Pero como para mí las cosas mejoraron vuelvo a recuperar mi condición y un día al visitar una venta de garage me encuentro con los libros que un día fueron míos y aunque al pagarlos de nuevo me salía costoso el negocio, con una sonrisa inmaculada los recibí de nuevo en mi vida para justificar el por qué tengo para leer, escribir y vivir tanto.