La hora se vacía
Me cansa el libro y lo cierro.
Miro sin mirar, por la ventana:
blancura unánime - nevó anoche -
que todos pisan sin remordimiento
pienso que no pienso.
Alguien, al otro lado, abre la pueta.
Tal vez, tras esa puerta
no hay otro lado.
Pasos en el pasillo, pasos de nadie:
es solo aire
buscando su camino.
Nunca lo sabemos
si entramos o salimos
yo sin moverme,
también busco, no mi camino:
el rastro de mis pasos
en los años diezmados.
Lo busco
en el pozo de cafe negro
y en el minado cubo de azúcar
que se deshace
sin nombre ni cara este instante (...)
El Buda no enseña a morir
enseña que esta vida es un engaño.
Quién abrirá mis ojos
frente al otro engaño que es la muerte?
Vuelvo a mi escritura:
no he sido Don Quijote, no deshice
ningún entuerto (Aunque a veces me han apedreado los cabreros)
pero quiero, como él
morir cuerdo con los ojos abiertos,
sabiendoque morir es regresar
el alma o lo que asi llamamos
vuelta una transparencia,
reconciliado con los tres tiempo y
las cinco direcciones.
