jueves, 14 de enero de 2021

APOLOGÍA Y PARAÍSO IV

Trate sin éxito afanar tu respuesta.

No fue así.

apretaste mi mano, y evocaste la calma.

- Siempre fuiste paciente, supiste esperar, no sé por qué ahora tenemos tanto afán...
- ¡Cierto! siempre compartimos algo común: la tranquilidad - dije sin pensar mucho...

Lo que ocurre en realidad es que se intenta inevitablemente cambiar al otro a conveniencia.

Y dos personas iguales se repelen.

Caminamos un poco más antes de comprender que no íbamos para ningún lado y entonces sentí que todo tu ser era colmado por esa incertidumbre, por esa debilidad que te obliga a decir la verdad, pero aún así por orgullo o por otro motivo a guardarte también algo para ti.

Un suspiro, una lágrima, tu modo de ser, te sentí más ajena, más perdida, más encerrada en ti misma y sin embargo tu voz trataba de explicar algo, pero tu mente estaba dispersa, en otro mundo, y solo tenías para mi una noticia que cambiaría todo entre nosotros dos.