Trate sin éxito afanar tu respuesta.
No fue así.
apretaste mi mano, y evocaste la calma.
- Siempre fuiste paciente, supiste esperar, no sé por qué ahora tenemos tanto afán...
- ¡Cierto! siempre compartimos algo común: la tranquilidad - dije sin pensar mucho...
Lo que ocurre en realidad es que se intenta inevitablemente cambiar al otro a conveniencia.
Y dos personas iguales se repelen.
Caminamos un poco más antes de comprender que no íbamos para ningún lado y entonces sentí que todo tu ser era colmado por esa incertidumbre, por esa debilidad que te obliga a decir la verdad, pero aún así por orgullo o por otro motivo a guardarte también algo para ti.
Un suspiro, una lágrima, tu modo de ser, te sentí más ajena, más perdida, más encerrada en ti misma y sin embargo tu voz trataba de explicar algo, pero tu mente estaba dispersa, en otro mundo, y solo tenías para mi una noticia que cambiaría todo entre nosotros dos.