Nos separamos esa vez para digerir una verdad: nos íbamos a morir antes.
Ella aturdida por esa idea había encontrado consuelo en una soledad fruto de la propia vergüenza por algo que hizo o dejo de hacer.
Me lamente porque yo no le enseñe a cuidarse.
Aunque si lo hubiese sabido desde antes.
Se puede apagar la ira contando: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez...
pero la sensación que queda es la intentar disfrazar una ira que se va almacenando y luego explota.
Ni sé que enfermedad dices puedo tener, si será mortal o no, si puede ser que yo sea inmune, o que más allá de todo sea el destino a morir con dolor lo que nos condena, o mejor, adelantar la muerte y dejar de sufrir, porque amar también es dolor, y la duda le carcome a uno el alma y para cuando despierta ya esta agonizando y el tiempo acaba.
Lo que pasa es que al parecer todos estamos enfermos y es la naturaleza la que se encarga de asesinarnos inmisericorde, tentada por ese ciclo que dice que algo debe venir a la vida a la fuerza, y también por esa fuerza rara debe irse para desocupar ¿te has imaginado de qué esta hecha esta tierra?
Si contestas que de suciedad ¡mientes!, esta tierra está hecha de muerte; mejor, de muertos, seres ya descompuestos, seres que dejaron su huella genética o no, ¿dónde estará su espíritu?, puede que a mi lado, en la tenue sonrisa que me hiciste cuando nos dijimos adiós.