Por: Alejandra Erazo Vega
La niñez es hermosa, de niña eres la princesa en un cuento de hadas, hasta cuando te dice mamá algún día que no quiere que a su "princesa" le suceda lo que a ella; adivino de inmediato que la cuestión tiene que ver con "hombres" asumo un odio desmedido por ese género; sin saber siquiera a esa edad la dimensión del asunto. Mis tías tienen una solución: convertirme en una religiosa. Una Monja. Y toda ese plan para evadir el sufrimiento que se cree proviene del enamoramiento y sus secuelas. Y allí está la foto con el hábito en la noche de las brujas, y la camándula, y la adoración etc. La felicidad acaba cuando aparecen las consecuencias subyacentes al acoger la vocación religiosa: el celibato y la devoción extrema al Señor. Entonces si que da qué pensar y entre "dos" hay que preferir al más "rico". Hoy sonrio acordándome de ello y mi final elección y todo a raíz de leer una carta de un "ex" que escribió luego de terminar la relación y en la que detalla "si tú fuíste capaz de abandonar a Dios no me sorprende que me hayas dejado a mí". c'est fini.