Por V.
Me trae el recuerdo de esos días angustiosos dónde no sabia que hacer ni a dónde ir y entonces preso del pánico ancestral infundido por mis abuelos y padres y en plena deshonra a mi ateísmo miraba al cielo clamando alguna ayuda de su parte. Pero hallé sin pedirlo sin desearlo siquiera al santo más flaco que haya existido (al que por desgracia me parezco, en lo flaco, aclaro). Gonzalo Arango un juglar moderno, apóstol de la nada, confidente de los trasnochadores y distintos, caí de rodillas y le supliqué clemencia y atención para saber mi camino, y él fumador me lanzó el humo y las cenizas de su cigarrillo y me ayudó, y tuve fortaleza para caminar la vida sin temer mayor cosa ni suceso, y es por eso que hoy me preparo a punta de lecturas nadaístas para viajar al más allá. Ni sé ni me importa dónde voy, ni qué hace una vez allá, lo que sí sé es que valió la pena transitar por aquí.
Escribo esto a razón de un mensaje que súplica de mí un milagro, más yo no sé de eso, así que recomiendo pedirle con toda devoción a nuestro santo Gonzalo Arango, pero eso sí pedir porque si no como sabe él que necesitamos, digo ¿no?.