Por V.
Si, un minuto de alegria por quien cantó con el alma, para quien a pesar de ir de menos a más siempre portó el color del duelo con honor. Edith, la dama de París, la que canta sobre el amor y el dolor y que reniega de lo simple que es olvidar todo.
No sé de que se quejan hoy las damas, Edith vivió, naufragó una y otra vez y siempre ante el ocaso brilló, y le inyectó vida a la canción, la admiro porque su voz evoca anhelo, deseo, solaz; invita al silencio del pensamiento y el nacimiento de una forma distinta de ver el mundo. Me encanta en la mujer francesa ese don sensual, práctico, inverosímil, me gusta el idioma por su forma de conjugar los labios al hablar como besando cada palabra, como tratando que cada pronunciación cuente.
Y admiro a Luis Mariano por su oda elemental brotada del corazón, a Alizee por su sonrisa, a la Francia que provoca e incita al arte y la filosofía de Sartre, por lo menos estos artistas se recordarán por siempre y sus voces y textos alentarán a ser más felices con lo que se tiene.