Por: Yania Salazar
SENTIR es lo que vale, el ser humano se precía de tener en su estructura física miles de células dedicadas exclusivamente a palpar, a degustar a explorar un cúmulo de sensaciones, el cerebro en toda su vida traduce estímulos y los convierte en conocimiento y los simplifica en la escogencia de lo bueno y lo malo. Se diría que un porcentaje elevado de personas explora a cada instante y elige en primera instancia qué vestido ponerse, qué comida preparar, qué persona es amigable, etc.
El atenuante de estas situaciones es que el humano está predispuesto para sentirse completo, si tiene, quiere más; si no tiene quiere más (también), socialmente se considera exitoso aquel que logre más capital y de paso con ello conquistar más bienes, el ser aceptado por amigos, familiares, un sistema político y religioso y su adhesión a un modelo respetable.
La selva no deja ver el bosque y así es como quizá el humano se llena de cosas que oscurecen lo importante de todo. Por eso el Hijo de Dios le apostó a el acto de cultivar su espirítu antes que la ambición, por eso las bienaventuranzas que evocan a la redención, a la elección del "ser" sobre el "tener" y ese "ser" tiene en su mayor significado hacia el "sentir". Es reelevante por eso apropiarse de nuevo de los valores, ir en procura de conquistar la voluntad y todo lo demás vendrá por añadidura.