Por: Yania Salazar
Todo en cuanto significa un avance también es un retroceso, conocemos algunas cosas, ignoramos otras, no hay por tanto un equilibrio ni perfección, en cuanto ganamos algo perdemos lo demás, habráse visto a un millonario con la cara arrugada en son de acontecido, preocupado por defender lo que tiene contra todo riesgo y en cambio es de ver al pobre sonreír y alegrarse por cuanto hay y él carece.
Menos mal el rayo cae solo una vez en el sitio, y la felicidad dura poco. Yo sé por ejemplo que la tecnología avanza pero logra solo entretenernos y por lo que sé nadie aún ha aprovechado dichos avances para lograr una fórmula que decifre el universo y sus posibilidades.
En cambio la pobreza es apremiante y el modelo económico no otorga soluciones sino dudas. Se sueña con el fin del mundo como una manera para que los ricos no se apeguen tanto a lo que poseen, para que la gente se preocupe menos por consumir, por edificar, por procrear. El progreso sabe a amargura, a deseo insoluto, desde esta tribuna hago asi un llamado a tener consciencia a que en esta Navidad hacer propósitos que de alguna forma tengan en cuenta al prójimo, dejar de ver sobre nuestros pies para mirar el camino y los que van al rededor nuestro.
Como dijo la nube "yo veré".